Un ladrón petulante se partió en una lujosa mansión, sus ojos escaneaban hambrientamente las exquisitas joyas en un estuche de vidrio.Su corazón jodía con la emoción de lo prohibido, pero un tipo diferente de placer lo llamó.Sin el conocimiento del dueño, sucumbió a sus deseos primarios, sus manos acariciaban las delicadas curvas de su propio cuerpo.La joyería robada era una mera distracción, su verdadera satisfacción derivaba de su propio tacto.Sus dedos exploraban cada centímetro de su forma desnuda, trazando los contornos de su polla dura como una roca, enviando olas de placer recorriendo sus venas.Su respiración se aceleró al llegar al pico, su cuerpo se estremecía con la intensidad de su clímax.Sin embargo, no paró allí.Anhelaba saborear su propia esencia, su lengua deslizándose sobre su palpitante miembro, saboreando el dulce néctar de su propio deseo.Esto no era más que un momento robado de placer, era una fantasía de pura éxtasis sin adulterar.