Después de un concierto electrizante, el aire era grueso de deseo como la ardiente madrastra, incapaz de resistir sus antojos, anhelada por el sabor de su rocío, coño postcoital.La joven belleza, sintiendo el calor de la lujuriosa mirada de su madrastro, sabía que no le quedaba otra que rendirse.Se reclinó en el sofá de alfiler, separando bien sus piernas, invitando a la mujer mayor a deleitarse con ella.La madrasTRA, sus ojos abundan de hambre, se adentran ansiosamente, su lengua baila sobre los dulces pliegues de su feminidad de hijastras.La chica gemía en éxtasis, su cuerpo se arqueaba mientras su lengua de madrastas trabajaba maravillas en ella.Pero la madrasdrastra aún no se hizo voltear a la chica, sus grandes pechos presionaban contra los más jóvenes hacia atrás, y comenzó a lamerla por todo, su lengua explorando cada centímetro de ella.Luego, las dos mujeres encerraron en un abrazo apasionado, sus cuerpos se entrelazaron en un deseo de la habitación, sus gemidos se dándose placer mutuamente en los cuerpos mientras se llenaban los demás.